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¿Hasta cuándo he de estar angustiado
    y he de sufrir cada día en mi corazón?
¿Hasta cuándo el enemigo me seguirá dominando?

Señor y Dios mío,
    mírame y respóndeme;
    ilumina mis ojos.
Así no caeré en el sueño de la muerte;
    así no dirá mi enemigo: «Lo he vencido»;
    así mi adversario no se alegrará de mi caída.

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